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Ballet Nacional de Cuba: Cubanía y cosmopolitismo (1948-2021)

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Cuando la noche de jueves 28 de octubre de 1948, se abrieron las cortinas del antiguo Teatro Auditorium, de La Habana, nacía para la cultura cubana un quijotesco empeño que, aunque juzgado por pusilánimes    y complejistas del ámbito estatal y cultural como una utopía o un sueño de locos, devendría una de las más grandes realizaciones de la cultura nacional cubana: el hoy Ballet Nacional de Cuba. Surgía con el nombre de Ballet Alicia Alonso, su ilustre y principal inspiradora, con la histórica misión de dar inicio en nuestro país a un movimiento artístico profesional, que sacara esta manifestación del marco elitista  en que se había desarrollado hasta entonces y hacerlo un patrimonio cultural de toda la nación.

Su brega en el duro período que medió entre su fundación y 1956, fecha en que se produjo su enfrentamiento con la dictadura batistiana, que intentó convertirlo en agente propagandístico de su sanguinario régimen, fue merecedora de la admiración y respeto de todos los cubanos, por lo preclaro de sus objetivos y la valentía con  que  sus fundadores principales–Alicia,   Fernando  y Alberto Alonso- supieron enfrentar  las incomprensiones y las agresiones de los desgobiernos de la época.  A pesar de ello, el novel conjunto se dio a la tarea de desarrollar tres vertientes fundamentales de trabajo; la creación coreográfica, la labor pedagógica y la divulgación masiva del ballet.

Desde su debut la primera compañía profesional de ballet en la historia de la nación mostró su gran preocupación por enriquecer la cultura danzaria de los cubanos, tarea que cumplió exitosamente al desarrollar una amplia línea coreográfica en la que figuraron las más importantes obras del ballet de acción del siglo XVIII y de la gran tradición romántico-clásica del siglo XIX y el estímulo a un movimiento de creación contemporánea, que incluyó las más diversas temáticas.

Hito en ese período fue la creación, en 1950, de la Academia de Ballet Alicia Alonso, encargada de formar la primera generación de bailarines profesionales cubanos y servir de laboratorio pedagógico al fenómeno artístico de la hoy mundialmente reconocida escuela cubana de ballet.

En cuanto a su trabajo divulgativo, las numerosas funciones públicas, con entrada libre o a muy bajos precios, en espacios abiertos de la capital e interior del país, como la Plaza de la Catedral, el Anfiteatro de La Habana y muy especialmente las realizadas en el Stadium Universitario, donde contaron con el apoyo decidido de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), hicieron posible que la semilla del ballet fuera plantada en los más disímiles ámbitos de la Isla.

 

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