El pueblo cubano ha encontrado múltiples maneras para mitigar el inmenso dolor sentido ante la muerte del Comandante Camilo Cienfuegos, brillante jefe guerrillero, forjado en las montañas de la Sierra Maestra. Los cubanos no han dejado de peregrinar, en la fecha luctuosa, hacia costas y litorales, incluso ríos, lagunas y presas, para dedicarle amorosas flores al Héroe de Yaguajay, siempre en el recuerdo.
El homenaje más notorio del alma de la nación tal vez ha sido ese, por su fidelidad y carga espiritual. Pero no el único, porque Camilo ha vivido, renaciendo siempre, en las acciones del pueblo que aprendió a amarlo por sus hazañas, su coraje y su franca y desbordante cubanía. Cada día, siempre que la Patria ha requerido del concurso de jóvenes, adultos, mujeres y hombres: de todo el pueblo para cumplir tareas de la defensa, del desarrollo y del avance de la sociedad que se construye bajo las presiones y el sabotaje de un bloqueo brutal.
En los tiempos actuales, Camilo y su entrañable compañero de guerrilla, el Che Guevara, vuelven a inspirar el accionar de los integrantes de los contingentes médicos, como la brigada Henry Reeve, y los destacamentos creados para la asistencia, muchas veces consagrada y heroica, a los enfermos de la Covid-19.
Hay una corriente vital que habla claro y dice que Camilo vive también en los jóvenes y en los experimentados científicos, médicos, maestros, mujeres y hombres rurales que hoy despliegan esfuerzos ingentes por la soberanía alimentaria, en los voluntarios de los CDR y la Federación de Mujeres Cubanas, en los agentes del orden que han laborado codo con codo en las fases de asistencia y recuperación por las que han pasado sus zonas, en los trabajadores de la prensa y el transporte.
Serían innumerables los ejemplos de las acciones que hablan de la permanencia del Señor de la Vanguardia, muerto por azar de la vida cuando solo tenía 27 años, y continuaba siendo una promesa como ser humano de avanzada, patriota, íntegro y cabal.