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Cultura

La Dirección Provincial de Cultura tiene la misión de dirigir, orientar, controlar y ejecutar la aplicación de la política cultural del Estado y el Gobierno en materia cultural, de conservación y enriquecimiento del patrimonio histórico en la demarcación.

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Aramís Padilla Martínez (San Antonio de las Vegas, 29 de marzo de 1981) es un poeta y repentista profesional con premios y reconocimientos por la calidad de la labor que realiza. Diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la IX Legislatura por el municipio Güines

Nació el 29 de marzo de 1981 en la finca El Navío, en el consejo popular San Antonio de las Vegas (provincia de Mayabeque).

Cantaba décimas desde los 4 años con sus abuelos, tíos y padre, sus conocimientos heredados por transmisión familiar generacional y más adelante autodidacta.

Evaluación profesoral

A los 16 años se dio a conocer como repentista. Su gran maestro en el escenario ha sido Pedro Felipe Tejera (El fiscal de Guara).

Es evaluado como profesional el 12 de octubre de 2007 por la empresa Antonio María Romeu.

desde 1999 actúa en el programa de la televisión nacional Palmas y Cañas.

Participación en eventos

Ha participado desde 1999 hasta la actualidad en los Eventos Jornadas Cucalambeanas a niveles municipales, provinciales y nacionales; desde que es profesional como jurado y en los concursos para Jóvenes poetas; en la Casa Naborí, Limonar, Matanzas.

  • Pablo Luis Álvarez (Guicho) 2do Lugar.
  • Francisco Pereira (Chanchito) 2do Lugar.

Distinciones y reconocimientos

  • Participó como delegado y como artista en el XVII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes.
  • Distinción Rubén Martínez Villena
  • Distinción 30 Aniversario de la Fundación de la Provincia La Habana y de los Órganos Locales del Poder Popular (OLPP).
  • Moneda conmemorativa Aniversario 50 de la UJC.
  • Réplica del Machete de Máximo Gómez.

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Sobre el libro Conversación con las piedras

Ternura por lo recóndito

 

portada conversacion con las piedras2

Por Pedro Péglez González

 

No resulta fácil comentar el poemario Conversación con las piedras después del puntualizador prólogo del avezado profesor y poeta Roberto Manzano. “Nunca se había extraído tanta esencia a las piedras. Nunca estuvieron tan llenas de carga humana”, dice con resumidor acierto, en ese introito, el también acucioso investigador.

 

El volumen, del poeta, periodista e historiador Luis Hernández Serrano (La Habana, 1943) mereció, por las apuntadas virtudes y otras muchas, el Premio Francisco Riverón Hernández en su edición del 2014, siempre ateniéndonos al año que Ediciones Montecallado asevera en la portada de los libros laureados en esta liza literaria.

 

Y se me ocurre que vale tal vez la pena —en realidad la alegría— enrumbar estas líneas, que hace tiempo me debía, a tratar de dar luz al aparente misterio del singular tratamiento presente en estas páginas, a partir de intentar un mayor conocimiento del autor.

 

Luis es, ante todo, un creador que emprende sus proyectos a partir de enamorarse de las pesquisas más insólitas, con la mira siempre puesta en las dianas más ocultas, inadvertidas por el mirador común. Es un sino que vertebra toda su fecunda carrera —acaso por lo mismo un tanto inadvertida— igualmente en el periodismo, en la poesía y en sus búsquedas históricas.

 

Luis observa donde otros solamente miramos. Por eso puede decirnos, desde la primera estrofa del cuaderno:

Las piedras siempre perecen

solas, humildes, sin luces,

junto a las tumbas sin cruces

de hombres que desaparecen.

Las piedras calladas crecen

en la tierra carcomida,

como maldición sin brida

que busca un cuerpo sin alma.

Las piedras viven en calma

su muerte. ¡Mueren sin vida!

 

No se crea, sin embargo, que aquí el sujeto lírico se echa al hombro el manto olímpico del Parnaso para ascender a un tono filosofal de escrutadores ribetes trasnochados. El suyo es un sujeto lírico de ternuras hacia lo recóndito, que parece matizarse en todo su trayecto con aquel pedido del grande Naborí: hay que amar: amarlo todo, / desde el insecto a la estrella.

 

Luis no aplica aquí una lupa a las piedras: se sienta entre ellas, con la compasión que le viene de la poesía, a intentar con ellas un diálogo que le permita conocer mejor sus restas y sus sumas, en un afán de acercamiento que nos recuerda “lo mejor de lo humano” que pedía Guevara, y también cierta canción a “las cosas que son feas”, legada para la memoria de siempre por Teresita Fernández.

 

Por esos rumbos lo sorprendemos, hacia el mediodía del libro, en esta conmovedora interacción con las porciones pétreas, a las que no desmaya en indagar con una humildísima —y humanísima por tanto— vocación de tolerancia y comprensión del mundo:

 

Te sé ya tus intenciones

de seguir, piedra, tu ruta.

Te sé la sed de la gruta

y el alba en tus ilusiones.

Yo te sé las emociones

que la sombra te provoca

y el tacto con que te toca

hoy la dócil soledad,

yo te sé tu potestad

y por qué calla tu boca.

 

El fin último, la meta estética, el saldo espiritualizador de todo este empeño, puede alcanzar sin duda el lector de estos versos. Siempre y cuando —no olvidarlo— asuma su llamado a transitar los senderos con la misma mirada de bondad con que Luis se ha detenido aquí a acariciar a las piedras.

 

Publicado por PEDRO PÉGLEZ GONZÁLEZ

 

 

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