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Virtuoso: notas breves sobre el virtuosismo pictórico

En este punto es muy difícil asumir la pintura sólo por su calidad contemplativa. Ya lleva más de un siglo reorganizando su propia existencia, física y teórica, para subvertir y extender un paradigma de mimesis que, a finales del siglo XIX, parecía decididamente agotado. Lo curioso es que, tras la popularización del prefijo post y la negación deliberada de la historia de progreso, lo mimético y lo contemplativo volvieron como opciones creativas válidas. Por supuesto, dicha renuncia validó la repetición de antiguos procedimientos y, por lo tanto, la relevancia de recurrir a lo que fuera necesario para la creación de una nueva propuesta de lo intertextual. Es en este entorno donde el hiperrealismo juega sus cartas, lo que, aunque presume de ciertos guiños cuestionamientos hacia la sociedad de consumo en sus orígenes, hace de un virtuosismo excéntrico su característica más visible. No creo estar equivocado cuando digo que gran parte de la pintura hiperrealista -no podemos estar totalizando tampoco- se sabe que es intencionalmente contemplativa. Y esto no es ni bueno ni malo, a veces simplemente disfrutas mirándolo: una pintura hiperrealista sería algo así como la ejecución cuidadosa e inalterable de una pieza musical extremadamente compleja.

Ahora, dependiendo de la operación, este acto contemplativo puede entenderse como nostálgico o tecnológico, como pintura o "post-pintura": se acerca o se aleja de la pura imitación de ojos o de la reinterpretación del proceso a través de los beneficios o Los nuevos desafíos que podría proporcionar la fotografía. Y esto es casi una dicotomía procesal originada en el propio hiperrealismo, entre la pureza de la pintura como ejercicio o la contaminación tecnológica dispuesta a expandir su rango. Como es evidente, "Virtuoso" rompe estos límites estéticos y conceptuales, ahora entendidos como procedimiento y propósito. En otras palabras, el emblemático virtuosismo de lo hiperrealista es el tema central aquí y esto, por supuesto, implica la inevitable discusión de los medios y las mediaciones técnicas.

Pero si agudizamos nuestra mirada, podríamos incluso encontrar en esta propuesta aspectos formales que gravitan más allá del marco técnico y de los tonos altos en la escala creativa: cada artista genera una relación específica con ciertos referentes representativos TS. Por ejemplo, el retrato se ajusta a la sugestiva contención del rostro femenino asociado a la fotografía de moda de los dos primeros mil (Alexander Silva); el paisaje se mueve entre el naturalismo casi científico (Dionel Delgado Gonzále z), monumentalismo etéreo con giros surrealistas (Marlon Infante), costumbrismo costero (Yampier Sardinas) y lo metafórico relación del muelle como símbolo de limitaciones y continuidades (Luis Alberto Saldaña); y el objeto se autoconstruye en una edición contemporánea de la vieja quieta (Dayron González de Armas). Hablamos, pues, de la adaptación mimética a un conjunto de diálogos simbólicos y estructuras afectivas que, en un campo personal/creativo, cada imagen sugiere y desarrolla. Todos demuestran sus habilidades a su manera, cada uno es contemplativo a su manera.

En términos generales, "Virtuoso" entiende que la contemplación deja un peso importante a lo selectivo, un condicionamiento sutil al interés del espectador, un llamado de atención basado en la capacidad de captar la mirada. Así que ser contemplativo es también convincente y utilizar cualquier recurso para lograrlo; y, por supuesto, el virtuosismo sigue siendo una herramienta muy eficaz para ello. Ocultar el significado de seducir formalmente termina trabajando como una alternativa, una frase irritante pero verdadera. En parte, esa ironía descarada de usar la imagen solo para encantar a los ojos puede ser la razón por la que el hiperrealismo siempre me ha seducido.

Abram Bravo