Eres como un árbol frondoso con ramas grandes para ofrecer sombra. Cabalgas seguro, gallardo y altivo, nos miras desde arriba pero nunca has dejado de estar con los de abajo. Así se siente, y te sentimos, porque eres el estandarte que buscamos cada vez que los tiempos se tornan más convulsos.

Te veo ahí, con tu mirada firme y de largo alcance de siempre. Cabalgas cual jinete vencedor, al frente de todos, y de todo. Aunque no te logremos ver físicamente, no has dejado de estar nunca.

Porque lo más grande que puede tener un ser humano, es su legado imperecedero y que se le recuerde no por su presencia física, sino por lo que dejó y encarnó en cada persona que lo tatuó en su corazón.

Lo fuiste antes y ahora más. Siempre señalando por dónde ir o qué camino tomar. Pero a su vez, con el don de ser apreciado entre multitudes, para continuar tu ejemplo y desandar caminos empedrados y salir adelante ante cada situación difícil.

Tu figura se agiganta para guiar las batallas, y todos confiados te seguimos como para afirmar que aunque no estés, estás.

Por eso, aún así tus enemigos te mencionan, no pueden dejar de hacerlo. Creyeron que contigo se iba Cuba, y contigo Cuba se hizo más fuerte porque fuimos más los que pensamos en ti y te seguimos.

Has sido talismán ante miles de desafíos, los de ayer, los de ahora y los que vendrán. Así te sentimos Fidel, como el primer jinete al frente de cada batalla. Como lo que eres y serás, nuestro eterno Comandante en Jefe.