Antonio Maceo, testimonios de supervivientes del combate de San Pedro.

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De acuerdo con el plan convenido con Lacoste, esa noche tenía que atacar la guarnición de Marianao, por eso más tarde con un plano de la población que le facilitó el Capitán Manuel Hernández, así como las informaciones ofrecidas por los jefes y oficiales de La Habana, se puso a estudiar los puntos donde señalaban perfectamente los fuertes y las defensas de la plaza que se disponía a atacar.

Los testimonios que compartimos a continuación fueron publicados en el texto «Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida», de José Luciano Franco, publicado en la Revista Carteles, el 10 de diciembre de 1950.

7 de diciembre de 1896. Testimonio de José Cadalso Cerecio, Comandante del Ejército Libertador cubano

Como parte de su testimonio, José Cadalso Cerecio, Comandante del Ejército Libertador cubano, cuenta: «Yo era entonces capitán segundo jefe del cuarto escuadrón del regimiento Santiago de las Vegas. Era primer jefe de este escuadrón el comandante Rodolfo Bergés, y jefe del regimiento el coronel Juan Delgado González. Había llegado al campamento de San Pedro, en Punta Brava, ese día a la salida del sol, después de incorporarme el día anterior a mi escuadrón en la finca Menocal de Güines, donde había logrado obtener a mi regreso 1 300 cartuchos o tiros de Remington, los que entregué al coronel Juan Delgado.

Sobre la concentración de las fuerzas, dijo: «El terreno en que acamparon las distintas fuerzas pertenecientes a esta provincia de La Habana, con objeto de recibir al mayor general Antonio Maceo y sus acompañantes, lo constituían el potrero La Jía, las fincas La Matilde y La Purísima Concepción o Montiel, y el asiento Bobadilla, todas tierras pertenecientes al cuartón o barrio de San Pedro.

«Las fuerzas eran el regimiento Goicuría con el coronel Ricardo Sartorio y teniente coronel Baldomero Acosta a su frente; el regimiento Calixto García, con su jefe, coronel Alberto Rodríguez, y los hermanos Collazo; el regimiento Tiradores de Maceo, con su jefe coronel Isidro Acea; estos dos últimos regimientos al mando directo del coronel Silverio Sánchez Figueras, como jefe interino de la Tercera Brigada, de la Segunda División, cargo que había desempeñado el malogrado brigadier Juan Bruno Zayas.

«También nos encontrábamos en aquel campamento los que formábamos el regimiento Santiago de las Vegas, con su jefe, coronel Juan Delgado González, y segundo jefe, teniente coronel Dionisio Arencibia Pérez. Se esperaba también en el campamento de San Pedro al regimiento Castillo al mando de su jefe, brigadier Adolfo Castillo, quien era a su vez jefe de la Segunda Brigada de la Segunda División, de la cual formaban parte los regimientos Goicouría y Santiago de las Vegas; y también se esperaba que con Castillo vinieran el general José María Aguirre y todas las fuerzas de la Primera Brigada, completando la concentración en dicho campamento, de las tres Brigadas de la Segunda División del Quinto Cuerpo, provincia de La Habana, división que estaba al mando del general Aguirre. Pero las fuerzas de este y las del brigadier Castillo no tuvieron tiempo de llegar a San Pedro por haber tenido conjuntamente un combate ese mismo día con el enemigo, al mando del coronel Tort.

«Aproximadamente a media mañana llegó Maceo con su escolta a aquel campamento, que ya ocupaban las fuerzas concentradas, siendo vitoreado por la tropa y saludado por los jefes. Pasó revista y después se retiró al asiento de Montiel, donde estableció su Cuartel General, por ser un lugar de gran seguridad situado al centro del extenso terreno que constituyó aquel campamento, estando casi equidistante de las distintas guardias y avanzadas, aseveración que probamos con el plano que acompaña este trabajo.

«El lugar para establecer el campamento fue muy bien elegido por el jefe de día, comandante Andrés Hernández, así como también la colocación de las guardias.

«Una vez que al general Maceo le prepararon su hamaca y se recostó en ella, despachó con sus ayudantes y cambió impresiones con los jefes de las fuerzas de La Habana, informándose de la capacidad y número de cada una de ellas, para calibrar sus condiciones con respecto a la operación que preparaba: el ataque a Marianao.

«En La Matilde estaban formando una de las avanzadas del campamento, los escuadrones segundo y cuarto del regimiento Santiago de las Vegas. A este cuarto escuadrón pertenecía yo como su capitán segundo jefe, y al frente de los dos escuadrones se encontraba, en esa avanzada, el teniente coronel Dionisio Arencibia, segundo jefe del regimiento».

El ataque enemigo, Cadalso Cerecio, lo describe así: «La caballería de Peral compuesta por 96 jinetes, formaba la vanguardia de las tres compañías de infantería, cuarta, séptima y octava del batallón de San Quintín, que, protegida su retaguardia por más de 20 jinetes de la guerrilla de Punta Brava, venían al mando del teniente de regulares Pedro Ruiz Aranda. Todas estas fuerzas estaban al mando del comandante español.

«Cirujeda, quien no tenía el propósito de dirigirse hacia San Pedro, pero habiendo oído unos disparos en dirección de Bauta, cambió el rumbo, encontrando la caballería de Peral el rastro que habían dejado el general Maceo y sus acompañantes en su marcha a San Pedro. Las fuerzas españolas siguieron ese rastro, yendo a dar con la guardia que teníamos colocada los que estábamos acampados en La Matilde.

«Esto sucedió cerca de las tres de la tarde. La caballería de Peral, muy conocedora de aquella zona y de las fuerzas insurrectas que por allí operaban, creyendo posiblemente que se trataba de un pequeño grupo insurrecto de las fuerzas de Baldomero Acosta (jefe de las fuerzas mambisas que por allí operaban), se lanzó en un ataque a fondo, sin hacer caso de los disparos de la guardia y del fuego con que la recibimos en La Matilde, a pesar del sorpresivo ataque del enemigo.

«Pero pronto se dieron cuenta los de Peral, de lo equivocados que estaban, pues el teniente coronel Arencibia y el comandante Bergers que estaban desmontados, organizaron cómo se puso la resistencia, y recibimos a los atacantes, disparándoles todo lo más que podíamos; y los escuadrones primero y tercero del regimiento Santiago de las Vegas, acampados cerca en Montiel, también hicieron fuego contra el enemigo, logrando contener el empuje de la ofensiva, y hacerle perder la ventaja que llevaban con la sorpresa; mientras tanto, muchos de los nuestros lograban montar sus cabalgaduras, y con la llegada de Ios coroneles Juan Delgado, Alberto Rodríguez y Gordon, y de un grupo de jinetes que desde Montiel, donde se encontraban junto al general Maceo, venían a galope tendido, gritando Delgado: "Al machete! ¡Al machete!".

«Unido entonces este grupo a las fuerzas que habíamos hecho frente a la acometida española, se inició la contra carga bajo la dirección del coronel Delgado, secundado por Rodríguez y Gordon, obligándose a toda la caballería de Peral a virar grupas, en busca de la protección de sus tres compañías de infantería».

En esta contra carga se les produjeron 28 bajas a los hombres de Peral, hecho este comprobado, por lo que refirió el comandante Cirujeda.

Al ver los soldados de la infantería española, que su caballería corría hacia ellos buscando su protección, se atemorizaron, y estuvo a punto de producirse el pánico en dos de estas tres compañías de infantería (séptima y octava, del San Quintín) formadas por «quintos» (soldados novatos), pero la otra compañía (la cuarta del San Quintín) integrada por veteranos, obedeció rápidamente la orden de Cirujeda, de colocarse tras la cerca de piedras que del asiento Bobadilla daba al camino al Guatao, viniendo después las dos restantes compañías a atrincherarse a la izquierda de la anterior, tras la cerca; y haciendo entonces toda la infantería un nutrido fuego de fusilería, que contuvo la vigorosa contra carga mambisa, estabilizándose el frente, con nutrido fuego por ambas partes. Hasta ese momento, el combate era una victoria cubana, pero el desastre se produjo después en el potrero Bobadilla.

Como a los 15 minutos de haber comenzado el combate, llegó el general Maceo a La Matilde, acompañado de unos 45 jinetes que lo seguían, y al ver al General, como habíamos hecho retroceder a la caballería enemiga, y obligando a la infantería a parapetarse tras la cerca de piedras, aunque desde allí nos disparaban en la forma más intensa posible, Maceo exclama: «Esto va bien», y ordena a los coroneles Juan Delgado y Baldormero Acosta que sigan sosteniendo el fuego en aquel flanco derecho del enemigo (flanco izquierdo del campamento cubano), mientras él, acompañado de los jinetes que le seguían del teniente coronel Arencibia que se le unió allí, retrocedió hacia Montiel, pero torció a la derecha por el guayabal, que allí había, para iniciar un ataque por el flanco izquierdo español, con el propósito de obligar al enemigo a abandonar la cerca de piedras tras la cual mantenían una línea de fuego poderosísima.

La columna que dirige el general Maceo (en la cual no iba el coronel Baldomero Acosta, jefe mambí de la zona, quien por orden del Titán, quedó combatiendo en La Matilde), al salir del guayabal de la finca Purísima Concepción o Montiel, según los informes dados por Arencibia, penetraron en terrenos del asiento Bobadilla, pero en su marcha, después de pasar el portillo de la cerca de piedras, a «poco les cierra el paso una cerca de alambres, y tienen que detenerse, mientras algunos jinetes se desmontan para cortar los alambres y continuar la carrera en busca del enemigo; es en estos momentos, cuando ellos se hacen perfectamente visibles para los soldados españoles, de las dos compañías de infantería (séptima y octava del San Quintín), que formaban el flanco izquierdo enemigo, parapetados tras la cerca de piedras que daba al callejón del Guatao, y la infantería española concentra sus disparos sobre los mambises, que en su rápida marcha habían tenido que detenerse, y es entonces cuando se produce el desastre».

7 de diciembre de 1896. Testimonio del Teniente Coronel Dionisio Arencibia Pérez

omo parte de su testimonio, José Cadalso Cerecio, Comandante del Ejército Libertador cubano, cuenta: «Yo era entonces capitán segundo jefe del cuarto escuadrón del regimiento Santiago de las Vegas. Era primer jefe de este escuadrón el comandante Rodolfo Bergés, y jefe del regimiento el coronel Juan Delgado González. Había llegado al campamento de San Pedro, en Punta Brava, ese día a la salida del sol, después de incorporarme el día anterior a mi escuadrón en la finca Menocal de Güines, donde había logrado obtener a mi regreso 1 300 cartuchos o tiros de Remington, los que entregué al coronel Juan Delgado.

Sobre la concentración de las fuerzas, dijo: «El terreno en que acamparon las distintas fuerzas pertenecientes a esta provincia de La Habana, con objeto de recibir al mayor general Antonio Maceo y sus acompañantes, lo constituían el potrero La Jía, las fincas La Matilde y La Purísima Concepción o Montiel, y el asiento Bobadilla, todas tierras pertenecientes al cuartón o barrio de San Pedro.

«Las fuerzas eran el regimiento Goicuría con el coronel Ricardo Sartorio y teniente coronel Baldomero Acosta a su frente; el regimiento Calixto García, con su jefe, coronel Alberto Rodríguez, y los hermanos Collazo; el regimiento Tiradores de Maceo, con su jefe coronel Isidro Acea; estos dos últimos regimientos al mando directo del coronel Silverio Sánchez Figueras, como jefe interino de la Tercera Brigada, de la Segunda División, cargo que había desempeñado el malogrado brigadier Juan Bruno Zayas.

«También nos encontrábamos en aquel campamento los que formábamos el regimiento Santiago de las Vegas, con su jefe, coronel Juan Delgado González, y segundo jefe, teniente coronel Dionisio Arencibia Pérez. Se esperaba también en el campamento de San Pedro al regimiento Castillo al mando de su jefe, brigadier Adolfo Castillo, quien era a su vez jefe de la Segunda Brigada de la Segunda División, de la cual formaban parte los regimientos Goicouría y Santiago de las Vegas; y también se esperaba que con Castillo vinieran el general José María Aguirre y todas las fuerzas de la Primera Brigada, completando la concentración en dicho campamento, de las tres Brigadas de la Segunda División del Quinto Cuerpo, provincia de La Habana, división que estaba al mando del general Aguirre. Pero las fuerzas de este y las del brigadier Castillo no tuvieron tiempo de llegar a San Pedro por haber tenido conjuntamente un combate ese mismo día con el enemigo, al mando del coronel Tort.

«Aproximadamente a media mañana llegó Maceo con su escolta a aquel campamento, que ya ocupaban las fuerzas concentradas, siendo vitoreado por la tropa y saludado por los jefes. Pasó revista y después se retiró al asiento de Montiel, donde estableció su Cuartel General, por ser un lugar de gran seguridad situado al centro del extenso terreno que constituyó aquel campamento, estando casi equidistante de las distintas guardias y avanzadas, aseveración que probamos con el plano que acompaña este trabajo.

«El lugar para establecer el campamento fue muy bien elegido por el jefe de día, comandante Andrés Hernández, así como también la colocación de las guardias.

«Una vez que al general Maceo le prepararon su hamaca y se recostó en ella, despachó con sus ayudantes y cambió impresiones con los jefes de las fuerzas de La Habana, informándose de la capacidad y número de cada una de ellas, para calibrar sus condiciones con respecto a la operación que preparaba: el ataque a Marianao.

«En La Matilde estaban formando una de las avanzadas del campamento, los escuadrones segundo y cuarto del regimiento Santiago de las Vegas. A este cuarto escuadrón pertenecía yo como su capitán segundo jefe, y al frente de los dos escuadrones se encontraba, en esa avanzada, el teniente coronel Dionisio Arencibia, segundo jefe del regimiento».

El ataque enemigo, Cadalso Cerecio, lo describe así: «La caballería de Peral compuesta por 96 jinetes, formaba la vanguardia de las tres compañías de infantería, cuarta, séptima y octava del batallón de San Quintín, que, protegida su retaguardia por más de 20 jinetes de la guerrilla de Punta Brava, venían al mando del teniente de regulares Pedro Ruiz Aranda. Todas estas fuerzas estaban al mando del comandante español.

«Cirujeda, quien no tenía el propósito de dirigirse hacia San Pedro, pero habiendo oído unos disparos en dirección de Bauta, cambió el rumbo, encontrando la caballería de Peral el rastro que habían dejado el general Maceo y sus acompañantes en su marcha a San Pedro. Las fuerzas españolas siguieron ese rastro, yendo a dar con la guardia que teníamos colocada los que estábamos acampados en La Matilde.

«Esto sucedió cerca de las tres de la tarde. La caballería de Peral, muy conocedora de aquella zona y de las fuerzas insurrectas que por allí operaban, creyendo posiblemente que se trataba de un pequeño grupo insurrecto de las fuerzas de Baldomero Acosta (jefe de las fuerzas mambisas que por allí operaban), se lanzó en un ataque a fondo, sin hacer caso de los disparos de la guardia y del fuego con que la recibimos en La Matilde, a pesar del sorpresivo ataque del enemigo.

«Pero pronto se dieron cuenta los de Peral, de lo equivocados que estaban, pues el teniente coronel Arencibia y el comandante Bergers que estaban desmontados, organizaron cómo se puso la resistencia, y recibimos a los atacantes, disparándoles todo lo más que podíamos; y los escuadrones primero y tercero del regimiento Santiago de las Vegas, acampados cerca en Montiel, también hicieron fuego contra el enemigo, logrando contener el empuje de la ofensiva, y hacerle perder la ventaja que llevaban con la sorpresa; mientras tanto, muchos de los nuestros lograban montar sus cabalgaduras, y con la llegada de Ios coroneles Juan Delgado, Alberto Rodríguez y Gordon, y de un grupo de jinetes que desde Montiel, donde se encontraban junto al general Maceo, venían a galope tendido, gritando Delgado: "Al machete! ¡Al machete!".

«Unido entonces este grupo a las fuerzas que habíamos hecho frente a la acometida española, se inició la contra carga bajo la dirección del coronel Delgado, secundado por Rodríguez y Gordon, obligándose a toda la caballería de Peral a virar grupas, en busca de la protección de sus tres compañías de infantería».

En esta contra carga se les produjeron 28 bajas a los hombres de Peral, hecho este comprobado, por lo que refirió el comandante Cirujeda.

Al ver los soldados de la infantería española, que su caballería corría hacia ellos buscando su protección, se atemorizaron, y estuvo a punto de producirse el pánico en dos de estas tres compañías de infantería (séptima y octava, del San Quintín) formadas por «quintos» (soldados novatos), pero la otra compañía (la cuarta del San Quintín) integrada por veteranos, obedeció rápidamente la orden de Cirujeda, de colocarse tras la cerca de piedras que del asiento Bobadilla daba al camino al Guatao, viniendo después las dos restantes compañías a atrincherarse a la izquierda de la anterior, tras la cerca; y haciendo entonces toda la infantería un nutrido fuego de fusilería, que contuvo la vigorosa contra carga mambisa, estabilizándose el frente, con nutrido fuego por ambas partes. Hasta ese momento, el combate era una victoria cubana, pero el desastre se produjo después en el potrero Bobadilla.

Como a los 15 minutos de haber comenzado el combate, llegó el general Maceo a La Matilde, acompañado de unos 45 jinetes que lo seguían, y al ver al General, como habíamos hecho retroceder a la caballería enemiga, y obligando a la infantería a parapetarse tras la cerca de piedras, aunque desde allí nos disparaban en la forma más intensa posible, Maceo exclama: «Esto va bien», y ordena a los coroneles Juan Delgado y Baldormero Acosta que sigan sosteniendo el fuego en aquel flanco derecho del enemigo (flanco izquierdo del campamento cubano), mientras él, acompañado de los jinetes que le seguían del teniente coronel Arencibia que se le unió allí, retrocedió hacia Montiel, pero torció a la derecha por el guayabal, que allí había, para iniciar un ataque por el flanco izquierdo español, con el propósito de obligar al enemigo a abandonar la cerca de piedras tras la cual mantenían una línea de fuego poderosísima.

La columna que dirige el general Maceo (en la cual no iba el coronel Baldomero Acosta, jefe mambí de la zona, quien por orden del Titán, quedó combatiendo en La Matilde), al salir del guayabal de la finca Purísima Concepción o Montiel, según los informes dados por Arencibia, penetraron en terrenos del asiento Bobadilla, pero en su marcha, después de pasar el portillo de la cerca de piedras, a «poco les cierra el paso una cerca de alambres, y tienen que detenerse, mientras algunos jinetes se desmontan para cortar los alambres y continuar la carrera en busca del enemigo; es en estos momentos, cuando ellos se hacen perfectamente visibles para los soldados españoles, de las dos compañías de infantería (séptima y octava del San Quintín), que formaban el flanco izquierdo enemigo, parapetados tras la cerca de piedras que daba al callejón del Guatao, y la infantería española concentra sus disparos sobre los mambises, que en su rápida marcha habían tenido que detenerse, y es entonces cuando se produce el desastre».